Hablamos de solidaridad con... María Zabala
María es periodista y escritora, especializada en sociedad digital. Directora de Sociedad y Tecnología en Alabra. La encuentras en iWomanish y en su perfil @mzabala. Familía y tecnología.
Cómo entiendes la solidaridad desde tu mundo profesional?
De dos maneras muy distintas. Por una parte, solidaridad profesional para mí es reconocer y visibilizar al otro, sea compañero o competidor, desde la humildad y desde entender que, si uno avanza, todos avanzamos. Vivimos tiempos de enorme individualismo, en el que cada uno habla de lo suyo, vende ‘su película’ o sus méritos… y yo creo profundamente en que el mérito de mi trabajo consiste también en reconocer el trabajo ajeno.
Por otra parte, desde mi mundo laboral de la Comunicación y, en concreto, de la educación y el uso de la tecnología, solidaridad es entender que las nueva generaciones crecen en el mundo en el que las ha tocado crecer y que, por tanto, los adultos, que somos los que de hecho construimos esa sociedad en la que niños y adolescentes crecen, tenemos el deber de ser ejemplo respecto a lo que significa convivir con la tecnología. Y ese ejemplo no tendría que basarse en juicio y prejuicio, en etiquetas y nostalgias, sino en información y decisiones coherentes. Si fuéramos más solidarios, es decir, si realmente educáramos desde unos intereses y sentimientos comunes con las nuevas generaciones, dejaríamos de poner el foco en el impacto de la tecnología y conseguiríamos centrarnos en el impacto de las personas sobre esa tecnología.
Una persona solidaria que te inspire
Se me ocurren varias, pero anónimas y que me matarían si las nombrara en público, precisamente porque viven la solidaridad desde la intimidad o desde su profesión. No desarrollan grandes campañas ni salen en las noticias, no dan dinero ni publicitan su solidaridad. Dan su tiempo. Su compromiso.
En todo caso y ya que estamos… Me inspira mi amiga I., que coordina proyectos internacionales para una conocida ONG y que viaja constantemente para determinar necesidades y planificar recursos, dejando a su familia por largos periodos de tiempo, para ayudar a otros. Y me inspira mi amiga E., que cada semana acude a una fundación solidaria para empaquetar o repartir ayuda, para escuchar o acompañar a personas en situación de vulnerabilidad. Ellas dos me inspiran profundamente, porque son solidarias por convicción y acción. No cuentan su solidaridad; simplemente son solidarias.
¿Qué evento, reto o acto solidario te ha marcado o recuerdas especialmente en tu vida?
Me impresionó profundamente todo lo que tanta gente hizo en la fase más aguda de la pandemia por Covid-19. Con mayor o menor interés personal o empresarial detrás de lo que sea que hicieron. Individuos y empresas que fabricaban mascarillas, grupos que inventaban soluciones para disponer de protección para el personal sanitario, colectivos que ideaban formas de acompañar a quién estaba solo o de ayudar a los más vulnerables.
Gente que donó o trabajó o investigó o regaló horas y horas de su tiempo para evitar o aminorar el sufrimiento de alguien; profesionales que se arriesgaron, cantantes que se unieron para darnos himnos, divulgadores que se dejaron la piel para informar bien, anónimos que apoyaron como pudieron. Nietos que enseñaron a sus abuelos a hacer videoconferencias. Vecinos jóvenes que hacían la compra para otros más mayores. Adolescentes que vendían pulseras para contribuir a más mascarillas. Psicólogos que escuchaban sin cobrar, taxistas que hacían recorridos sin cobrar, técnicos de telecomunicaciones que trabajaban horas extras para garantizar que todos tuviéramos Internet.
Quizá no todo era ‘solidaridad’ tal y como solemos entenderla, pero me impresionó, me alentó y me inspiró.
¿Qué problema social ves solventable? ¿Qué solución le darías?
Qué pregunta tan difícil. No creo que ninguno de los grandes problemas sociales de hoy en día tengan una solución fácilmente ejecutable. Porque los grandes problemas casi nunca tienen una única causa, ni disponen de un único vector que, si se modifica, pueda conllevar una desaparición automática de ese problema.
En todo caso y llevando la pregunta al terreno de mi trabajo, por ejemplo, ese gran problema que es el acceso de nuestros niños o adolescentes a todo tipo de contenidos o experiencias a través de Internet podría empezar a matizarse si todos los agentes implicados hicieran lo que está en su mano.
Eso implicaría a los dueños de plataformas tecnológicas, que deberían implementar mejores sistemas de verificación de edad, mejor curación de contenidos y mejores filtros que respeten la privacidad de los usuarios. Implicaría también a los sistemas regulatorios, que podrían sentar las bases de normativas más claras, más exigentes con los proveedores de servicios y productos digitales y más adecuadas a la realidad actual del uso de la tecnología. E implicaría finalmente a padres, madres y educadores, que tendríamos que aprender sobre cómo gestionar, de verdad y de facto, un acceso gradual de los niños al mundo digital, y una autonomía progresiva, de menos a más, a la hora de dar libertad de decisión digital a nuestros adolescentes.
Esta implicación material, funcional y experiencial en las vidas digitales de nuestros hijos es posible, es necesaria y, en mi opinión, una opción mucho más eficaz que temer a la tecnología, culpar a la tecnología o dejarse llevar por la inercia de la irrupción de la tecnología.
Tu ONG favorita, ¿qué es lo que más te gusta de ella?
Va a sonar fatal… pero iHelp. Aunque no sea estrictamente una ONG. Me gusta vuestro trabajo porque dais visibilidad a causas y necesidades muy variadas, porque el proyecto se adapta a los tiempos que corren y porque facilitáis el ejercicio la solidaridad. Vuestro HUB de ONGs, los testimonios, la transparencia, ese goteo de personas, proyectos o experiencias que de alguna manera te recuerda que no estás aquí solo por ti y para ti. Yo personalmente os agradezco vuestra dedicación, porque conoceros me ha permitido desaprender y aprender sobre mi propia solidaridad sin casi darme cuenta.