Hablamos de solidaridad con... Pablo Sánchez Bergasa
Premio Princesa de Girona Social 2025. Lidera In3ator, incubadora neonatal abierta y accesible, para que ningún bebé prematuro vea sus oportunidades limitadas.
¿Y si te dijéramos que una incubadora de 350€ puede salvar una vida?
En muchos hospitales del mundo, un bebé que nace con menos de un kilo se da por perdido. No hay medios, no hay esperanza. Pero entonces aparece una idea sencilla y poderosa: una incubadora accesible, de código abierto, que cualquiera pueda construir y reparar, incluso en los lugares más remotos. Eso es in3ator. Y detrás de ella está Pablo González Bergasa, Premio Princesa de Girona Social 2025.
Su historia no va solo de tecnología. Va de coraje, de empatía, de saber compartir en lugar de competir. De un bebé de 500 gramos que sobrevivió contra todo pronóstico. Y de cómo la solidaridad también se puede imprimir en 3D.
No te pierdas esta conversación sobre cómo la ingeniería puede cambiar destinos. Literalmente.
1. Tu trabajo con Medicina Abierta al Mundo y la incubadora in3ator ha salvado vidas en más de 30 países. ¿Cuál fue el momento más impactante o emotivo que has vivido en el camino?
El más intenso fue con la primera in3ator enviada a Camerún. En muchos hospitales se descarta a los bebés que pesan menos de un kilo; aquel centro había renunciado a un recién nacido de apenas quinientos gramos. Lo introdujimos en la incubadora y, mes y medio después, llegó una foto del pequeño “entradito en carnes”. Un año más tarde regresé, lo sostuve en brazos y comprobé que un margen tan estrecho entre la vida y la muerte puede invertirse con la tecnología adecuada.
2. Uno de los valores clave de tu proyecto es el código abierto. ¿Por qué decidiste compartir tu innovación en lugar de patentarla y cómo ha cambiado esto la forma en que se expandió in3ator?
Liberar los planos permitió que una sola ONG de Cantabria replicara la incubadora sin pagar licencias: esa experiencia demostró que colaborar es más eficaz que proteger. Hoy trabajamos para abrir un centro de fabricación en Mozambique que produzca localmente y reduzca la dependencia de envíos exteriores, de modo que el conocimiento viaje más deprisa que los contenedores.
3. Muchas veces, la innovación y la tecnología se ven como mundos alejados de la solidaridad. ¿Qué le dirías a quienes creen que la ingeniería y la ayuda humanitaria son caminos separados?
Diría que la ingeniería es el arte de resolver problemas humanos y que, como recuerda el papa Francisco, necesitamos la mente para pensar, el corazón para sentir y las manos para transformar; si usamos sólo una de las tres, la solución se queda incompleta. Cuando esos tres elementos trabajan juntos, la tecnología deja de ser fría y la solidaridad deja de ser sólo un deseo: se convierten en la misma cosa.
4. Desde tu experiencia, ¿qué consejo le darías a quienes tienen una idea con impacto social pero no saben por dónde empezar?
Lo primero es aceptar que uno no lo sabe todo; yo mismo aprendí a fuerza de errores. Por eso recomiendo probar rápido con un prototipo sencillo, buscar a quien ya recorrió el camino —mentores, expertos, incluso la inteligencia artificial— y absorber sus lecciones antes de escalar. Documentar cada paso y contar tanto los aciertos como los fallos atrae aliados auténticos y mantiene el foco en el problema, no en el ego.
5. Ahora que el proyecto ha crecido y salvado tantas vidas, la financiación es clave para llegar aún más lejos. ¿Cómo pueden las personas y organizaciones contribuir para que más hospitales de bajos recursos tengan acceso a estas incubadoras?
Las donaciones individuales cubren los 350€ de materiales de cada unidad, pero el salto cualitativo vendrá de empresas que se comprometan a patrocinarnos: su apoyo nos permitirá formar un equipo estable de ingenieros y sanitarios, desarrollar nuevos equipos (pulsioximetro, respiradores...), también para sumar recursos en detectar los hospitales necesitados y, en última instancia, salvar a muchos más recién nacidos. A su lado, las ONG locales que detectan necesidades, los voluntarios técnicos que ensamblan equipos y quienes difunden el proyecto crean una cadena de vida donde cada eslabón cuenta.
El caso de Pablo Sánchez Bergasa y el proyecto in3ator nos invitan a reflexionar sobre el profundo potencial de la tecnología para generar cambios significativos en la vida de las personas. Una historia verdaderamente inspiradora.