Ordo amoris: el último combate de Francisco
Una reflexión sobre el orden del amor, la dignidad humana y los límites del cristianismo político.
1. El final de una era
21 de abril de 2025. La Plaza de San Pedro vibra de emoción. Francisco, débil y visiblemente enfermo, recorre dos veces la explanada en un modesto automóvil blanco. Sonríe, saluda, bendice. Horas después, el Papa muere víctima de un ictus. Es su última aparición pública; su última afirmación de una idea que marcó su pontificado: el amor no se administra, se entrega. El amor cristiano no tiene fronteras.
El día anterior había recibido, en una breve y tensa audiencia, al vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance. Un encuentro cargado de simbolismo. Ambos acababan de protagonizar un áspero debate sobre el concepto teológico de ordo amoris —el orden del amor— que dividió, como pocas veces antes, a la Iglesia y al poder.
2. El orden del amor
Ordo amoris es una idea antigua. San Agustín la formuló como un principio moral: vivir bien es amar bien, y amar bien es amar cada cosa en su justa medida. Santo Tomás de Aquino lo desarrolló más tarde: primero se ama a Dios, luego a uno mismo, después a la familia, a la comunidad, y finalmente a la humanidad. Un orden que no es exclusión, sino jerarquía: el amor no debe quedarse atrapado en lo cercano, sino aprender a expandirse hacia lo lejano.
El filósofo Max Scheler retomó el concepto en el siglo XX para advertir que los desórdenes sociales y personales muchas veces nacen de un desorden en el amor: amar lo que no merece ser amado con intensidad, y despreciar lo que debería inspirarnos cuidado.
3. El nacionalismo cristiano y la visión de JD Vance
JD Vance, vicepresidente de los Estados Unidos y converso al catolicismo, utilizó esta teoría para justificar las políticas migratorias más duras de su gobierno. Según su interpretación del ordo amoris, el amor debe ser concéntrico, como las ondas de un estanque: primero la familia, luego la nación, y después —si queda algo— el resto del mundo.
El nuevo nacionalismo cristiano no niega el amor, pero lo cercena. No desprecia la compasión, pero la administra como un recurso escaso. Y lo hace invocando a Dios.
4. Francisco responde: la parábola del Buen Samaritano
En febrero de este año, sin mencionar a Vance directamente, el Papa respondió con una carta dirigida al episcopado estadounidense. Su mensaje fue claro:
“El amor cristiano no es una expansión concéntrica de intereses que poco a poco se amplían a otras personas y grupos. [...] La persona humana es un sujeto con dignidad que, a través de la relación constitutiva con todos, en especial con los más pobres, puede gradualmente madurar en su identidad y vocación.”
Para Francisco, el verdadero ordo amoris no es un cerco que protege, sino un camino que se abre. El modelo no es el de las ondas que se disipan, sino el del samaritano que se detiene, se inclina, cura las heridas del otro y lo acoge.
Apoyado por la revista America, vinculada a la Compañía de Jesús, el Papa volvió a recordar que el amor cristiano no se negocia, no se nacionaliza, no se regula con pasaporte.
5. El duelo final: Roma contra el imperio
JD Vance llegó a Roma con su familia en plena Semana Santa. Sabía que la visita sería leída como un gesto de poder. Sabía que Francisco estaba grave. Pero también sabía que la última palabra, aunque breve, sería del Papa.
Y así fue. En su mensaje de Pascua, leído por el arzobispo Diego Ravelli, Francisco dejó una frase dirigida al mundo —y quizás, también, a su visitante:
“¡Cuánto desprecio se manifiesta a veces hacia los más débiles, los marginados, los migrantes!”
Después, pidió dar dos vueltas a la plaza. Fue su última procesión, no sobre un papamóvil blindado, sino sobre un coche sencillo. Saludando, sonriendo, presente. La madrugada siguiente, su luz se apagó.
6. El legado de un pontificado
Francisco murió ejerciendo hasta el final su papel de pastor universal. Durante más de una década, defendió una visión del cristianismo abierta, compasiva, profundamente humana. No sin contradicciones ni resistencias. Pero con claridad en el mensaje: no hay verdadero amor si no abarca también a los más olvidados.
En un tiempo en el que la fe se usa como escudo identitario o instrumento político, su voz fue incómoda. No por radical, sino por evangélica.
Desde la cooperación al desarrollo hasta la atención a quienes viven en los márgenes, en iHelp trabajamos para que el amor se traduzca en ayuda, cuidado y oportunidad.
Fuentes:
Enric Juliana | Penínsulas: Luz en el segundo Kremlin. La Vanguardia.
El Papa Francisco, ¿era de izquierdas o de derechas? Jesús Colina. El Debate
ChatGPT
Me ha gustado mucho, Isabel. Gracias.
La verdad es que el lunes cuando me levanté medio moribunda ☺️🤦🏼♀️ mi marido solo atinó a decirme: El Papa Francisco, el Papa Francisco y entendí que había fallecido.
¿Has visto la película Cónclave?